Por Perla Michelle Rosales Sandoval
Grupo Asesor de Jóvenes de GOYN CDMX
“No nací para estar quieta:
nací para andar descalza en la tierra y dejar huella”
—Sara Curruchich
En México, somos más de 30 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años. Todos nosotros tenemos el corazón lleno de sueños y los pies bien plantados en un país que nos desafía cada día, donde conseguir un trabajo digno, acceder a servicios de salud de calidad, continuar nuestros estudios o incluso emprender sin miedo son privilegios.
Todos nosotros hemos sido juzgados con antelación al decir que somos una generación “perdida” o de “cristal”, pero no podríamos estar más alejados de eso, ya que somos una generación que organiza, crea, cuida y resiste. Desde la colectividad tejemos redes para enfrentarnos a la precariedad con soluciones propias. Estamos llenos de saberes que nacen del hartazgo, del cansancio y de la esperanza.
Empleo: Trabajar sin tener que sobrevivir
15 millones de jóvenes mexicanos tenemos trabajos informales, es decir, sin contrato, sin seguro o sin horarios justos que nos permitan estudiar o ejercer labores de cuidado. Alrededor del 70% de los jóvenes no tenemos acceso a la seguridad social. Para muchos jóvenes, trabajar significa largas jornadas mal pagadas y sin garantías.
Incluso dentro de estas adversas realidades, las juventudes continuamos creando soluciones, hacemos talleres de derechos laborales, creamos cooperativas juveniles, emprendimientos comunitarios, talleres de oficios, y compartimos nuestros saberes.
No estamos buscando a quien nos salve. Estamos generando nuestras propias redes, nuestras fuentes de trabajo, cuidando de nuestros territorios.
Salud: Del abandono al autocuidado
Enfermarse en México es un privilegio. Los centros de salud o clínicas son inaccesibles, están lejos o están vacías, y los servicios de salud mental como psicólogos o psiquiatras son escasos o muy costosos. El sistema, otra vez, parece estar diseñado para ignorarnos; la ansiedad, la depresión y el estrés nos atraviesan cada día y continuamos así, sin escucha, sin acompañamiento ni atención digna.
Para eso, nos organizamos, hablamos de salud mental y quitamos los tabúes. Desarrollamos talleres entre pares, círculos de contención, grupos de escucha; nos aceptamos como vulnerables y entendemos que el compartir nuestro dolor es también cuidarse.
También alzamos la voz y exigimos políticas públicas que hablen nuestro idioma. Desde espacios como el Grupo Asesor de Jóvenes de GOYN CDMX, pedimos que se le dé importancia al cuidado, que se respete que el autocuidado no debe ser un lujo individual, sino una práctica del colectivo, accesible para todos, todas y todes.
Las juventudes también cuidamos: cuidamos a nuestros hermanos pequeños, a nuestros amigos y a nuestro planeta. Esto no se dice mucho, y por eso nos vemos obligadas a hacerlo sin red de apoyo, sin respaldo ni reconocimiento, lo que nos cansa y nos duele.
El mensaje es claro: necesitamos un Sistema Nacional de Cuidados que nos incluya, que nos vea como sujetos de cuidado. Cuidar debe dejar de ser una carga silenciosa.
Educación: Aprender de la vida
Ser joven también puede significar abandonar la escuela; las razones pueden ser muy diversas, desde falta de recursos, jornadas laborales extenuantes o incluso un sistema que no nos representa. Aunque esto no tiene que significar que hayamos dejado de aprender.
Las y los jóvenes entendemos que la educación no está solo en los salones; sabemos que está en las redes que construimos, en las calles, en las cocinas, en los barrios, en todos aquellos espacios que hacemos nuestros.
Las juventudes en comunidad aprenden de ellas mismas, de sus mentores, desarrollan habilidades blandas y avanzan en unidad.
Las comunidades de jóvenes queremos que nos escuchen, que nos vean como agentes de cambio en el presente. Porque, aunque el Estado se ausente, nosotros, desde colectivos, grupos, redes, chats, oficinas, mercados, etc., avanzamos, tejemos redes, sostenemos comunidad y sembramos justicia.
Y esto es para ti, que me lees desde algún lugar del mundo: el cambio está aquí, y siempre ha estado en las juventudes. Caminemos juntas, juntos, juntes, unamos nuestros saberes y aprendamos de los desafíos que tenemos en conjunto. El cuidado es colectivo, y nosotras no sabemos quedarnos quietas, y vamos a dejar nuestra marca, vamos a cambiar al mundo.