Por Diana Rosario Mireles Sánchez

Fundación Pro Niños de la Calle

La Fundación Pro-Niños de la Calle tiene 30 años de atención a infancias, adolescencias y juventudes en riesgo o situación de calle. El trabajo no ha sido fácil, pero se ha aprendido de todas las experiencias en la atención a la población. El seguimiento que se proporciona intenta ser longitudinal, proporcionando una atención desde la infancia hasta su llegada a la adultez, e impulsando la búsqueda de la autonomía progresiva. En este sentido, entendemos que la autonomía no se genera por sí misma o por arte de magia, al contrario, es acompañada y guiada para una mejor toma de decisiones.

Las juventudes se enfrentan a diversos retos para alcanzar esa autonomía, uno de ellos es la búsqueda de empleos (formales o informales) para generar recursos económicos que les permita sostenerse. Durante el tiempo que se ha trabajado con estas juventudes, hemos notado que uno de los principales retos sobre la empleabilidad en México es el peso que tiene el trabajo informal sobre el trabajo formal. 

Un empleo formal, según la Organización Internacional del Trabajo, corresponde a la fuerza asalariada y con seguridad social. Por el contrario, el trabajo informal se define como la relación laboral que no está legalizada y regularizada, por lo que no existe un salario fijo, seguridad social y prestaciones.  

El Instituto de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) reportó que el 55.8% de la población mexicana trabaja en la informalidad y aporta un 23.7% del PIB, mientras que el 44.4% trabaja de manera formal aportando un 76.3% del PIB. Esto quiere decir que la mayoría de la población obtiene sus recursos de manera informal. 

En el caso de las juventudes atendidas en Fundación Pro Niños de la Calle, alrededor de un 80% se mantienen a través de la informalidad. La pregunta hasta este punto es, ¿por qué este tipo de trabajos predomina sobre la “seguridad” de la formalidad? Las respuestas a esta pregunta son múltiples y están justificadas por diversas razones sociales e individuales. 

Las juventudes atendidas tienen, en general, historias de trabajo infantil ya que en su mayoría provienen de familias con limitados recursos quienes tienen que generar un ingreso diario para cubrir mínimamente sus necesidades (comida, salud, vestimenta, hospedajes). Las infancias tienen un acercamiento temprano al empleo y a la obtención de ingresos. Cuando estas infancias entran a los sistemas institucionalizados, el proceso cambia. La institución es quien les proporciona los recursos que necesitan para una vida digna. Sin embargo, cuando crecen, es constante el deseo por trabajar para “tener algo”. 

Una vez que las juventudes egresan de estos sistemas, casi siempre, retoman la obtención de ingreso de manera informal ya que encuentran en este tipo de empleos distintas ventajas como la inmediatez y la flexibilidad de horarios, entre otros. De igual manera, este tipo de trabajo les permite desarrollar habilidades como la toma de decisiones, la resolución de conflictos y el pensamiento creativo que da lugar a un proceso de adaptabilidad al medio, a la demanda, al mercado y otras condiciones en las que trabajan.

En palabras de las juventudes que son atendidas desde la Fundación, las condiciones de sus empleos también les permite “sobrevivir al día” ya que, en jóvenes crecidos desde la institucionalización y familias precarizadas, no hay una percepción futura sino la de “un día a la vez” donde se busca cubrir las necesidades de ese día. 

Así como se vislumbran ventajas en la informalidad, también existen desventajas a partir del estado que genera violencias económicas y vulnera a los jóvenes trabajadores. La inaccesibilidad a una regulación de la jornada laboral, la seguridad social, el acceso a préstamos para vivienda o ahorros para el retiro, limita la capacidad de los jóvenes para pensar en un futuro, limita su acceso a un seguimiento de su escolaridad y la mayoría -se estancan- en estudios secundarios, lo que impide la búsqueda de otras opciones de empleo.  

Tampoco los empleos formales presentan muchas ventajas ante el panorama actual ya que los jóvenes se ven atados a jornadas laborales poco flexibles que les limita realizar otras actividades académicas o de esparcimiento, los sueldos bajos, patrones explotadores, renta de mano de obra, barata así como la escasez de información sobre sus derechos laborales, administración de gastos y formas de inversión, les limita de oportunidades para trascender el “sobrevivir al día”.

Desde el trabajo que se realiza en la Fundación, a las juventudes se les acompaña para acceder a la información sobre su AFORE, el ahorro, la inversión y administración de sus recursos obtenidos, ya sea por trabajos formales o informales. La mayoría de las juventudes que egresan, comentan sentirse satisfechos consigo mismos ya que logran cumplir sus metas, desde comprar cosas que les sirven en su vida independiente, como de terminar estudios de licenciatura por sus propios medios.

Este breve recorrido denota que las condiciones en México se ven atravesadas por diversas desigualdades y violencias que imperan en los distintos sectores, tanto en lo político como lo individual, pero deja ver que las juventudes son quienes se esfuerzan diariamente por obtener lo que necesitan y se enfrentan constantemente a las dificultades. Para quienes trabajamos con y para las juventudes, es importante mirar y repensar nuestra postura a partir de dónde podemos influir para modificar las condiciones precarizadas y dotar, al menos por ahora, de las herramientas y la información pertinente que permita a las juventudes ver más allá del “día a día”, y ser parte de un futuro que les pertenezca.