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Cuidar el presente para sostener el futuro: la voz de las juventudes en la agenda de cuidados

Autor:

Carlos Andres Perez Narvaez
Carlos Andres Perez Narvaez

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Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Cursó la Licenciatura en Derecho y es Maestro en Derecho por la UNAM. Realizó estudios en materia de igualdad de género por el Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la misma Casa de Estudios. Su trayectoria laboral se ha centrado en el diseño e implementación de políticas públicas en materia de igualdad de género masculinidades y cuidados. Fue subdirector de coordinación del Instituto Nacional de las Mujeres en donde contribuyó al seguimiento de los proyectos y actividades sustantivas de la dirección general de la política nacional de igualdad y derecho de las mujeres.

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Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Cursó la Licenciatura en Derecho y es Maestro en Derecho por la UNAM. Realizó estudios en materia de igualdad de género por el Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la misma Casa de Estudios. Su trayectoria laboral se ha centrado en el diseño e implementación de políticas públicas en materia de igualdad de género masculinidades y cuidados. Fue subdirector de coordinación del Instituto Nacional de las Mujeres en donde contribuyó al seguimiento de los proyectos y actividades sustantivas de la dirección general de la política nacional de igualdad y derecho de las mujeres.

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de JuventudES:

Por Carlos Andrés Pérez Narváez 

Coordinador del Programa Género y Trabajo

en el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir

A lo largo de nuestras vidas, todas las personas cuidamos y necesitamos ser cuidadas. Esta actividad, profundamente humana, conecta nuestra esencia con la solidaridad y la empatía hacia las y los demás. Los cuidados son imprescindibles para la vida, pero también son un derecho, puesto que son fundamentales para el bienestar y el desarrollo cotidiano de las personas y, además, un trabajo que genera valor para la sociedad y la economía.[1] A pesar de que es imposible sobrevivir sin cuidados, el tema apenas comienza a ocupar un lugar relevante en las agendas públicas.

Frente a las múltiples crisis globales -sociales, económicas, políticas, ambientales, migratorias y de desigualdad- los cuidados han emergido como una apuesta clave para reconstruir nuestra relación con el planeta y entre las personas.

Los cuidados son mucho más que una necesidad básica; representan un eje transformador para replantear nuestras relaciones sociales y nuestra conexión con el entorno. Colocar los cuidados en el centro de las agendas públicas abre la puerta a un cambio profundo en el pacto social. Este cambio implica reconocer que las interdependencias humanas y nuestra relación con el planeta son fundamentales para garantizar la sostenibilidad de la vida.

Reconocer la importancia de los cuidados es fundamental pero también lo es visibilizar la injusta distribución de este trabajo: históricamente relegados al ámbito privado y desproporcionadamente recargados sobre el cuerpo y los proyectos de vida de las mujeres. Esto ha perpetuado la desigualdad estructural de género.

La redistribución de los cuidados es, ante todo, una cuestión de justicia social. Y este momento representa una oportunidad para posicionar el cuidado como un derecho fundamental y un pilar esencial del bienestar y el desarrollo futuro.

Además de generar servicios de provisión de cuidados, se requieren políticas para liberar el tiempo de las mujeres y generar las condiciones necesarias que impulsen cambios culturales que promuevan la corresponsabilidad social del cuidado.

Para democratizar los cuidados, es esencial escuchar a quienes brindan cuidados y a quienes los requieren prioritariamente, las de las trabajadoras remuneradas y no remuneradas del cuidado, así como las de las poblaciones indígenas, afromexicanas, de la diversidad sexo-genérica y, por supuesto, las juventudes.

Las mujeres jóvenes son protagonistas de las relaciones de cuidado que suceden en los hogares. De acuerdo con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados 2022 del INEGI, el 25.9% de las cuidadoras principales en el país son mujeres de 15 a 29 años y el 2.4% del total de niñas, niños y adolescentes de entre 8 y 14 años de edad brinda cuidados en su hogar, siendo las mujeres quienes lo hacen en mayor proporción. Estas cifras evidencian que el involucramiento de las mujeres en el trabajo de cuidados sucede desde la niñez y que 1 de cada 4 cuidadoras principales en los hogares son mujeres jóvenes.[2]

Desde el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB) hemos generado evidencia sobre las realidades y necesidades de cuidado de las poblaciones que han sido excluidas de las discusiones principales de esta agenda.

A partir de una encuesta aplicada a 134 mujeres, realizamos un estudio cualitativo que nos permitió aproximarnos a la forma en que las juventudes perciben y experimentan los cuidados en su vida cotidiana. Este estudio nos permitió conocer de primera mano cómo las juventudes se acercan a esta agenda y generan propuestas para la construcción de políticas de cuidados.

Una mirada de los cuidados desde las mujeres jóvenes[3]

La juventud suele ser una etapa en donde se construyen lazos sociales sólidos en diferentes espacios, en este sentido, el componente de la afectividad propio de los cuidados es central para las mujeres jóvenes. Para ellas, son espacios de cuidados aquellos que permiten compartir experiencias y conocimientos, por ejemplo, los comités escolares, centros de salud, grupos de amigxs, entre otros.

Además, reconocen la importancia del acceso a la planificación familiar y a programas de salud sexual y reproductiva como elementos directamente vinculados a los cuidados, ya que les permiten decidir sobre sus proyectos de vida.

Las jóvenes también señalan la necesidad urgente de sensibilizar a los hombres para que asuman un rol más corresponsable en las tareas de cuidado, especialmente a través de una paternidad activa que promueva la corresponsabilidad en la crianza de hijas e hijos.

Los retos varían según el contexto: en zonas rurales los principales son la falta de servicios de cuidados familiares en sus comunidades y la ausencia de apoyos equitativos que respondan a sus necesidades reales. Esta carencia, sumada a la sobrecarga de trabajo doméstico, agrava aún más la desproporcionada responsabilidad de cuidado que asumen las mujeres jóvenes.

En los contextos urbanos los desafíos están en las escasas oportunidades de planificación familiar, acceso a programas de salud sexual y reproductiva, y la falta de paternidades responsables, que las obliga a interrumpir sus planes de vida frente a embarazos no planeados y maternidades adolescentes.

Sin embargo, entre las oportunidades destaca que tanto las jóvenes rurales, como las urbanas tienen apertura y la posibilidad de establecer acuerdos con sus parejas hombres para realizar los cuidados dentro de los hogares de manera conjunta.

Este hallazgo es relevante porque evidencia una apertura creciente entre los hombres jóvenes para compartir responsabilidades en las labores de cuidado, lo que representa una oportunidad clave para impulsar el cambio cultural.

Trabajar con masculinidades jóvenes resulta fundamental para fomentar una mayor corresponsabilidad en los cuidados. Además, su acercamiento a estas tareas supone una oportunidad pedagógica para cultivar la ternura, la empatía y la solidaridad, valores que, a largo plazo, contribuyen a desarmar la propensión a conductas violentas hacia las mujeres, hacia otros hombres y hacia sí mismos.

Entre las mujeres jóvenes hay una percepción generalizada de que las políticas públicas en materia de cuidados no están dirigidas a ellas aunque logran identificar algunas políticas que están relacionadas con la prevención de embarazos no deseados, la despenalización del aborto en algunos estados y el acceso a métodos anti fecundativos como medidas de cuidados en la medida en que coadyuvan a la planificación de vida y familiar de mujeres adolescentes y jóvenes, de tal suerte que no se vean interrumpidos otros proyectos personales por asumir cargas de cuidado (deserción escolar, laboral, impactos económicos, etc.).

Como se puede advertir, existe una necesidad urgente de incorporar la perspectiva de las juventudes en el diseño e implementación de las políticas públicas de cuidados. Integrar las voces, demandas y experiencias de las juventudes permitirá construir políticas más democráticas y efectivas.

Incluir a las juventudes en esta agenda no solo liberará el tiempo de millones de mujeres, sino que también será una inversión en el futuro. En las manos de las juventudes están las soluciones y las claves para construir un nuevo modelo social que coloque la vida y los cuidados en el centro. Apostar por ellas significa apostar por un cambio cultural profundo que transforme nuestra manera de cuidar la vida, el territorio y convivir en comunidad.

Referencias:

[1] Cfr. Batthyány, K. (2015). Las políticas y el cuidado en América Latina: Una mirada a las experiencias regionales. Santiago de Chile: CEPAL.

[2] INEGI, Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados 2022, INEGI, México. Disponible en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2023/ENASIC/ENASIC_23.pdf

[3] Los resultados de este apartado están contenidos en el estudio: Mujeres que Cuidan. Los cuidados desde una mirada Interseccional. Encuesta de Cuidados 2023, realizada por el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir. Disponible en: https://ilsb.org.mx/wp-content/uploads/2024/10/Mujeres-que-cuidan.pdf

Es plataforma digital libre y accesible que sirve como una herramienta de información y colaboración entre las juventudes y las instituciones para la empleabilidad en la CDMX

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