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Jóvenes en el Mundo:

Cuando el futuro se va: Retos, necesidades y realidades de la juventud en Latinoamérica

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Bryan Andres Martinez Martinez
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Estudiante distinguido de Ciencia Política y gobierno de la Universidad del Norte, interesado en gobernabilidad y administración pública. Politólogo, líder y joven barranquillero. Miembro del grupo asesor de jóvenes de GOYN Barranquilla, en el desarrollo de proyectos en temas de emprendimiento, empleo y educación.

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de JuventudES:

Por Dayron Escorcia y Bryan Martínez 

Grupo Asesor de Jóvenes (YAG)
GOYN Barranquilla-Colombia

La juventud en Latinoamérica y el caribe presenta una gran variedad de retos en su cotidianidad. Cada país presenta una heterogeneidad socioeconómica y sociodemográfica propia de su contexto, a pesar de esto se pueden evidenciar ciertos puntos de conexión entre las realidades que viven los jóvenes en la región latinoamericana. Muchos de estos retos son consecuencia de factores estructurales que han tenido su génesis desde hace décadas y con el pasar del tiempo se han agudizado.

Según el Banco Mundial (BM), en América Latina y el Caribe, aproximadamente se cuentan con 20 millones de jóvenes que no están estudiando o trabajando. Lo interesante de esta cifra se encuentra en el rango etario que comprende el análisis por parte del BM el cual va de 15 a 24 años, sin embargo, en el caso de Colombia y de muchos países en Sudamérica el rango de edad bajo el cual se categoriza a una persona como joven, va desde los 14 hasta los 28 años, lo cual a priori evidenciaría la posibilidad de que la cifra de 20 millones pueda ser superior.

El hecho de enunciar las principales dificultades que afrontan los jóvenes en Sudamérica supone un reto debido a la diversidad contextual de los países que integran esta área del mundo. No obstante, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) prioriza el desempleo y la informalidad como uno de los puntos más álgidos en términos de juventud, ya que a 2023 la tasa de desocupación de los jóvenes entre 15 y 24 años fue 3 veces superior a la de los adultos y la tasa de ocupación fue 21 puntos porcentuales menor. Por otra parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es enfática en mencionar las grandes brechas y desigualdades que hay dentro de los sistemas educativos de la región, las cuales aumentan a medida que el joven avanza de nivel educativo, esto en gran parte influenciado por dificultades económicas en el hogar.

En la historia reciente distintas organizaciones que alzan la voz por la juventud resaltan el cómo la falta de oportunidades para los jóvenes termina llevando a estos por caminos no deseados o al desperdicio de su potencial. Ahora bien, poco se habla de cómo estos escenarios adversos para el joven están creando nuevos fenómenos sociales y geopolíticos tales como el incremento de las tasas de migración juvenil autónoma a nivel interno e internacional, dicha situación se ve acelerada por la necesidad de alcanzar un proyecto de vida bajo condiciones de desarrollo óptimas. Datos aportados por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) señalan que el 11,3% de la población total de migrantes se encuentran en edades comprendidas entre 15 y 24 años.

El 15% de los migrantes de Latinoamérica y el caribe son jóvenes, según Unicef. Al profundizar en este dato, se encuentra que en el 2020 la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calcula que la región cuenta con una cifra cercana a los 41 millones de migrantes. En otras palabras, podríamos inferir que ese 15% corresponde aproximadamente a 6.150.000 millones de jóvenes que han decidido salir de LATAM en búsqueda de mejores oportunidades.

En este punto cabe resaltar la importancia de analizar profundamente este fenómeno, ya que desde la academia y las políticas públicas al hablar de migrantes la tendencia se inclina a reflejar las cifras generales o de movilidad de adultos y dejan a un lado la población juvenil. Por otro lado, es sumamente oportuno subrayar el hecho de que si bien una gran parte de los jóvenes que deciden cambiar su país de residencia responden a unas características y realidades socioeconómicas donde destaca el difícil acceso a oportunidades de desarrollo personal y profesional, no se puede hacer de esto un estigma o presentarlo como una regla general, ya que en muchas ocasiones aquellos que migran tiene un alto grado de formación y esto en vez de brindarles mejores alternativas profesionales termina representando el efecto contrario, de ahí que se desarrolle lo que muchos han llamado la fuga de cerebros

Este fenómeno se ve reforzado a una dinámica en donde el joven de hoy ve con mejores ojos trabajar en ciertos sectores económicos como el de la tecnología y servicios, dejando atrás todas esas labores manuales o manufactureras que muchas veces son relacionadas con condiciones de precariedad. De acuerdo con la Cepal, para el año 2030, el 70% de los jóvenes trabajará en el sector servicios, dejando atrás al sector agrícola y manufacturero. Una dinámica la cual incentiva una migración en un primer momento del campo a las grandes urbes de los países del Caribe y Latinoamérica de manera interna, que de acuerdo a un informe de la Essentials of Migration Management se halla que las principales razones de esta migraciones se debe a falta de empleo, impactos del cambio climático (principalmente en países del caribe) o la incapacidad de poder adquirir tierras propias, para después hallar una migración ya hacia el exterior en busca de oportunidades laborales en sectores que están en la alza y brindan condiciones dignas de vida a estos jóvenes, por lo cual siempre tiende ser países con economías más estables y desarrolladas. ¿Cómo podemos comprobar esto?, si nos ubicamos en datos del Banco Mundial se puede hallar que en una serie que va desde 1960 hasta 2013, América Latina ha contribuido durante este periodo con 1% del PIB mundial y esa participación no se ha movido. Un dato preocupante y que se ve reflejado de manera directa en el bienestar de los jóvenes del caribe.

Por consiguiente, este fenómeno de Fuga de cerebros, que por razones anteriormente expuestas, genera una serie de consecuencias que no contribuyen al desarrollo social y económico de los países latinos, puesto que generan desequilibrios económicos y pérdida de mano de obra calificada la cual, sin olvidar que es joven, es esencial para la proliferación de nuevas ideas y formas de generar dinamismo en la economía, desarrollo y solución a problemas públicos que se presentan en el día a día los países en maduración o crecimiento. Es necesario que estos países se enfoquen en el crecimiento de sus economías, y la construcción de condiciones laborales óptimas para los jóvenes ya que es recurrente que en los países de la región reine la informalidad, que de acuerdo con la CEPAL el crecimiento del sector servicios no necesariamente significa empleos de calidad. Muchas de estas ocupaciones se caracterizan por la temporalidad y la falta de garantías sociales. Como jóvenes pedimos la atención a un problema que nos afecta de manera directa, por lo tanto, se insta a la formulación de política públicas y programas para tratar este fenómeno, como así también lo afirma Andrés Espejo, consultor de la división de desarrollo social de la CEPAL.

La necesidad de poner la lupa a la juventud de El Caribe y Latinoamérica en la ola migratoria es una necesidad y una deuda regional, heredada de los cambios estructurales económicos y sociales durante los 80 y 90, que trajeron muchos cambios en donde nació una región enfocada en el bienestar social, pero fue hasta los últimos años que se vio al grupo etario joven como una población de interés para los gobiernos e instituciones públicas y sociales, que en palabras del economista y sociólogo argentino Kliksberg, la responsabilidad de los problemas de integración y progreso económico entre los jóvenes no puede ser de responsabilidad de los mismos jóvenes, la necesidad de políticas y programas puede ser el primer paso para quitar la herencia de marginalización hacia los jóvenes que traen estos cambios estructurales en los que como se menciona en un informe de la OEA de 2009 “no solo se perdió el rumbo del desarrollo, sino también la equidad.

La migración de jóvenes latinos hacia países desarrollados ha debilitado el desarrollo de la región y la pérdida de fuerza laboral lo cual indirectamente agudiza las desigualdades. Esto es el resultado de la escasez de intervenciones públicas que centren la atención y comprensión de las necesidades de la juventud. Es esencial que las investigaciones a nivel regional profundicen en el estudio de las dinámicas sociales, económicas y políticas juveniles; el tener esta comprensión permitirá contar con políticas públicas aterrizadas a los contextos y de ahí poder contar con un mayor margen de éxito. 

Es responsabilidad de los países de la región hacerles frente a estos retos a través de la integración, cooperación y construcción de estrategias que mejoren las condiciones de vida y desarrollo de los jóvenes. Si bien los organismos internacionales y países desarrollados son piedra angular en estos procesos, no podemos ceder la responsabilidad y autonomía de decisión. No hay nadie mejor para hallar y construir estas soluciones que aquellos que están experimentando las dificultades de estos fenómenos a diario.

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