Alan E. Palomo Villegas
(Senado de la República)
“La juventud necesita creerse, a priori, superior. Claro que se equivoca, pero esta es específicamente el gran derecho de la juventud”
José Ortega y Gasset.
Es común escuchar que las y los jóvenes son el futuro de la sociedad, pero en realidad son el presente. Los procesos de transición que implica dicha etapa son una verdadera oportunidad para que las y los jóvenes se consoliden como ciudadanos responsables y protagonistas de la historia.
Sin duda las y los jóvenes son un segmento de la población que ha demostrado que merece tener la atención prioritaria del Estado ya que representan el cambio y la innovación y se han comprobado cada vez más sus grandes contribuciones a la vida pública. A nivel mundial su reconocimiento como actores de cambio, beneficiarios y sujetos que contribuyen al desarrollo ha crecido exponencialmente.
Y no es para menos ya que el papel de las juventudes en la toma de decisiones es cada vez mayor y es indudable la gran aportación de soluciones innovadoras y valiosas para enfrentar los grandes desafíos a los que actualmente nos enfrentamos, su visión y su perspectiva de las cosas brindan un enfoque distinto desde el cual se pueden dar más y mejores soluciones.
Para darnos una idea de la importancia de las juventudes en la toma de decisiones, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, en México residen 31 millones de personas de 15 a 29 años, que representan el 25% del total de la población en el país. Por grupos de edad, 10.8 millones tienen entre 15 y 49 años, y representan 35% del total; 33% (10 millones) están en el grupo de 20 a 24 años, y 32% (9.9 millones) entre 25 y 29 años.[1]
La distribución por sexo presenta una ligera proporción más alta de mujeres (51 %) que de hombres (49%); en el grupo de edad de 15 a 19, el porcentaje es similar; en cuanto a los grupos de 20 a 24 años y 25 a 29 años, las mujeres tienen una proporción mayor.
Como se puede observar las personas jóvenes tienen un peso específico en la estructura demográfica de nuestro país ya que representan un grupo poblacional cada vez mayor y que demanda cada vez más el acceso al desarrollo, principalmente en educación, empleo y seguridad. Es por ello, que resulta fundamental reconocerlos como agentes de cambio, encargados de explotar su propio potencial y en la construcción de un país donde el bienestar, la seguridad y la paz, se convierten en elementos consustanciales para su propio desarrollo y el de generaciones futuras.
Desde esta perspectiva es importante considerar una agenda nacional capaz de tomar en cuenta sus preocupaciones y expectativas y, al mismo tiempo, solucionar las desigualdades que históricamente han enfrentado convirtiéndolos en un grupo en condiciones de vulnerabilidad.
Actualmente, las y los jóvenes enfrentan paradojas que estancan su desarrollo, tienen más educación, pero menos oportunidades para desarrollarse a plenitud; tienen más derechos, pero no pueden ejercerlos a cabalidad; cuentan con más información, pero menos acceso al poder y a la toma de decisiones; tienen más creatividad y habilidades tecnológicas, pero no cuentan con espacios de actuación que les permita desarrollar sus capacidades para su efectiva inserción en el ámbito laboral y profesional.
Es por lo anterior por lo que es necesario y urgente contar con una agenda para las y los jóvenes que haga frente a los retos de educación disponibilidad de empleos, desigualdad de género, cambio climático, entre otros. Y sobre todo que reivindique el papel fundamental en la vida de cualquier sociedad.
Una agenda que se construya de manera colectiva; gobierno, organizaciones de la sociedad civil, la academia, organismos especializados y sobre todo en donde participen las y los jóvenes con el objetivo de concretar recomendaciones y acciones dirigidas a los tres niveles de gobierno para lograr cambios positivos en la legislación, programas de gobierno y participación ciudadana, para fomentar el desarrollo humano de las juventudes, así como el de las generaciones presentes y futuras.
Cabe mencionar que esto no es un problema exclusivo de México sino de toda la región latinoamericana y afortunadamente los gobiernos han ido entendiendo el potencial de las juventudes y se han creado programas para garantizar los derechos de las juventudes.
Las juventudes de América Latina y el Caribe están participando activamente en la Agenda 2030. Por ejemplo, desde 2016, la iniciativa Concausa, co-organizada por CEPAL, UNICEF y América Solidaria, ha identificado 68 proyectos, liderados por más de 200 jóvenes de 15 a 17 años a lo largo del continente de las Américas, que buscan atender problemáticas en sus comunidades asociadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Todos estos esfuerzos ayudan a generar agendas que visibilicen a las juventudes, que atienda de manera eficiente y eficaz sus necesidades, que las y los escuche, que no sólo abran los espacios, sino que en realidad se aterricen sus ideas, que se materialicen sus proyectos, que los gobiernos tomen en cuenta sus opiniones, que haya educación y empleos de calidad, que se dé continuidad a los programas, que haya acompañamiento.
Que las jornadas de los institutos de la juventud no se enfoquen en concursos de RAP ni de Grafiti y no se vea a las juventudes como una población de la cual aprovecharse y que sólo sirvan para fines electorales.
Urge escuchar la voz de las y los jóvenes porque ellos conocen el presente.
Es necesaria una agenda que promueva, respete y garantice los derechos de este segmento poblacional que incluya perspectiva y un enfoque de género, un enfoque educativo y cultural, políticas que garanticen el acceso a servicios de salud, alimentario, con un enfoque en el empleo, y de acceso al medio ambiente sano, que acompañe de manera integral a las y los jóvenes, todo esto a través de políticas de cobertura universal.
[1] Información consultada en “INEGI, Población: Demografía y Sociedad 2020”, obtenida de: https://www.inegi.org.mx/temas/estructura/