Por Tania Belen Gayosso Domínguez
Grupo Asesor de Jóvenes de la CDMX/
Red Global de Jóvenes Oportunidad (GOYN)
La tecnología y sus avances tecnológicos juegan un papel fundamental en nuestra vida cotidiana, pues cada vez es más frecuente que haya una herramienta o producto que nos facilite realizar cierta tarea. Pero ¿tú sabes quién fue la primera persona que escribió un algoritmo? ¿Conoces el nombre de la persona cuyo trabajo permitió el desarrollo del wi-fi y bluetooth? ¿Y sobre la persona que creó el primer sistema de reservas para vuelos?
Todas estas personas, que dejaron una huella en el camino de la tecnología, fueron mujeres: Ada Lovelace, Hedy Lemarr y Evelyn Berezin.
Ada Lovelace, nació en 1815, y es conocida como la primera programadora. Hedy Lemarr, nació en 1914 y fue una reconocida actriz e ingeniera en telecomunicaciones que sentó las bases para la tecnología que se usa en redes móviles, dispositivos bluetooth y wi-fi. Por su parte, Evelyn Berezin, fue una ingeniera nacida en 1925, que desarrolló el primer procesador de textos y un sistema de reservas de vuelos.
Estos son solo tres ejemplos de las muchas mujeres que han existido y que han colaborado en la construcción de un mundo innovador e interconectado y que, sin sus inventos y aportaciones, nuestra realidad sería muy diferente, solo que con frecuencia su trabajo es poco visibilizado y eso ha ocurrido a lo largo de la historia.
En la actualidad, según datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), en México, hasta el 2023, había 3.6 millones de empleos relacionados al área de ciencia y tecnología, de los cuales el 87.1% son ocupados por hombres y 12.9% por mujeres. Estas cifras son evidencia de una desigualdad latente, que tiene sus orígenes en los prejuicios y roles de género, así como la falta de representación.
Que las mujeres no ocupemos espacios en la ciencia y tecnología no tiene que ver con que nuestra capacidad e inteligencia sea menor que la de los varones, tampoco tiene que ver con que no nos interese; hay problemas y estructuras más complejas que se entrelazan en esta situación, por ejemplo, la desigualdad, la brecha de género, los prejuicios, el machismo y la falta de representación, que permea en el ámbito educativo, social y laboral.
Con frecuencia, las mujeres que deciden comenzar un camino en ciencia y tecnología se encuentran con espacios de aprendizaje dominados por hombres y sus propias dinámicas de relación, lo que genera un ambiente poco inclusivo y muchas veces hostil. Esto se suma a la ausencia de mentoras o modelos a seguir, porque pocas veces se muestra a las mujeres líderes, pues se les da más foco a los varones, lo que deriva en que haya poca representación de mujeres en ciertos ámbitos.
Una de las respuestas ante estas situaciones que imposibilitan la inserción, crecimiento y permanencia de mujeres en la tecnología, es crear programas y políticas integrales, sin embargo, estamos lejos de ello todavía. Pero no todo está perdido, pues las mujeres hemos optado por construir espacios y comunidades que nos permitan tener aliento y orientación para trazar nuestro camino por la tecnología.
Y es en este punto, donde quiero reconocer que el poder de las mujeres en la tecnología reside en la comunidad, pues como diría Jaqueline García: “Nada es un logro individual, cuando eres el resultado de un esfuerzo colectivo”. Que las mujeres estemos cada vez más presentes en la ciencia, ingeniería y tecnología, es gracias a la inspiración de aquellas mujeres que se atrevieron a hacerlo primero, a pensar en voz alta, a desarrollar sus ideas, a crear algo nuevo. Es gracias a que se ha luchado por romper con las brechas de género y con los prejuicios. Es gracias a todas las mujeres que han impulsado iniciativas que capacitan a mujeres en competencias y habilidades tecnológicas. Y con esto no quiero romantizar la idea de comunidad, pero sí hacer visible que mucho del terreno ganado en estos ámbitos de ciencia, ingeniería y tecnología, han sido, en gran medida, gracias a las apuestas y esfuerzos de otras mujeres.
Es importante tener claro que un mundo donde las mujeres ocupan espacios en el desarrollo de ciencia y tecnología es un mundo que tendrá una perspectiva más amplia e inclusiva de los problemas que son necesarios de resolver. Por ello, y con especial cariño y énfasis para todas las mujeres que están leyendo estas líneas: Las invito a ocupar espacios, a liderar y crear el futuro que queremos, porque no podemos permitir que el futuro se construya sin nosotras. Que nadie nos diga que no podemos, nadie en la sociedad y tampoco nuestra mente. En un mundo que nos quiere como espectadoras, es necesario atrevernos a ser protagonistas de la innovación y el cambio.