Por Randy Márquez Ramos
GOYN ALUNIM
Colombia vive un momento de alta tensión política. La polarización crece, la confianza en las instituciones se debilita, y la ciudadanía especialmente las juventudes ha llevado el debate político a los espacios digitales. Las redes sociales se han convertido en una arena clave de expresión y organización, pero también en terreno fértil para la propagación de narrativas incendiarias: discursos que dividen, desinforman y desmovilizan.
¿Qué son las narrativas incendiarias?
Son mensajes diseñados para provocar emociones intensas como miedo, ira o frustración y que tienden a reducir temas complejos a afirmaciones simplistas o falsas. Estas narrativas, que circulan ampliamente en plataformas como TikTok, X (antes Twitter), Instagram o WhatsApp, se amplifican especialmente en momentos de incertidumbre política, como el que atraviesa hoy el país.
En muchos casos, estos discursos no promueven el diálogo ni la acción colectiva, sino que buscan sembrar desconfianza, reforzar prejuicios y deslegitimar la participación ciudadana. Al final, generan más ruido que soluciones, y profundizan el sentimiento de impotencia.
Jóvenes y participación digital: entre el fuego y la posibilidad
En este contexto, los jóvenes están jugando un papel central. Son la mayoría en las plataformas digitales, tienen una alta capacidad para movilizarse en línea y están directamente afectados por las decisiones políticas que se toman hoy. Sin embargo, también son blancos de campañas de desinformación, manipulación ideológica y discursos que los presentan como apáticos o violentos.
Frente a esta situación, la participación digital se convierte en un campo de disputa. Puede ser un espacio para reproducir el conflicto y la polarización, o un escenario donde se construyen nuevas narrativas más informadas, inclusivas y transformadoras.
La brecha intergeneracional: un vacío que alimenta el conflicto
Uno de los factores que agrava esta crisis es la falta de articulación intergeneracional. En muchos espacios institucionales, comunitarios e incluso digitales, las juventudes no encuentran canales de diálogo reales con generaciones mayores. Mientras los jóvenes buscan formas más horizontales, creativas y disruptivas de hacer política, los sectores tradicionales siguen operando bajo lógicas jerárquicas, excluyentes o paternalistas.
Esta desconexión genera desconfianza mutua. Las generaciones adultas tienden a subestimar o invalidar las propuestas juveniles, mientras que los jóvenes perciben las estructuras existentes como obsoletas o indiferentes. El resultado es una fragmentación del tejido democrático: se habla mucho, pero se escucha poco.
La ausencia de puentes intergeneracionales impide construir consensos, compartir experiencias y potenciar el trabajo colectivo. Y en el terreno digital, esta división se amplifica: cada grupo habla desde su propia burbuja, sin posibilidad de encuentro.
¿Qué se puede hacer frente a este fenómeno?
Aquí algunas propuestas concretas para quienes usan los espacios digitales como herramienta de participación política y social:
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Fortalecer la alfabetización digital crítica: No basta con tener acceso a internet. Es urgente que más jóvenes aprendan a identificar noticias falsas, verificar fuentes, entender algoritmos y reconocer los intereses detrás de ciertos discursos.
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Desarrollar contranarrativas: Usar el lenguaje propio de las redes (reels, hilos, memes, audios, ilustraciones) para promover mensajes que inviten a la reflexión, al diálogo y al cuestionamiento informado.
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Crear comunidades digitales seguras: Espacios donde se pueda disentir sin violencia, compartir experiencias diversas y construir colectivamente propuestas desde los territorios.
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Conectar lo digital con lo territorial: La acción en redes debe estar acompañada por procesos comunitarios, liderazgos locales y encuentros presenciales que traduzcan el activismo digital en impacto concreto.
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Promover la empatía como acto político: En tiempos de odio viral, escuchar al otro con respeto es un acto radical. La empatía no implica estar de acuerdo, pero sí reconocer la humanidad del otro.
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Fomentar el diálogo intergeneracional: Diseñar espacios donde jóvenes y adultos puedan compartir saberes, experiencias y estrategias para afrontar la crisis. Escuchar no desde la autoridad, sino desde la colaboración.
Una crisis que también es oportunidad
La crisis política actual no es solo una amenaza; También es una oportunidad para repensar cómo se hace política en Colombia. Las redes sociales no deben ser solo espejos de nuestra frustración, sino plataformas para imaginar y construir un país más justo, informado y participativo.
Las juventudes no están al margen del debate: están en el centro. Pero no pueden hacerlo solas. Necesitamos generar puentes entre generaciones, no muros. Porque solo desde el reconocimiento mutuo y la acción compartida será posible reconstruir la confianza en lo colectivo.
Conclusión:
En un entorno marcado por narrativas incendiarias, la participación digital debe ser una herramienta de transformación, no de fragmentación. La tarea es grande, pero no imposible: construir narrativas nuevas, desde el cuidado, la verdad y la acción conjunta. Porque en medio del ruido, aún hay voces que quieren construir, no destruir.