Mi nombre es María de Los Ángeles Leal López representante legal de la asociación “Hagamos más los Demás” y coordinadora general del “Centro Comunitario San Juan Bautista”. Trabajo con las coordinadoras generales Virginia Ramírez Luján y Arely González Domínguez. Entre las tres encabezamos este proyecto desde hace aproximadamente 10 años.
En la comunidad tengo viviendo 22 años como maestra y de ahí surge la necesidad de atender a la población infantil, juvenil y adultos mayores. Pero fue un poco a poco. Primero fue con los niños; esa labor no era solamente atender la parte formativa, sino también la parte social.
Nos dimos cuenta de que yo les podía enseñar a los niños y jóvenes en todas las áreas de matemáticas, español y otras. Todos ellos tenían en su casa ambientes de violencia y otras situaciones domésticas, lo que no les permitía desarrollarse.
Entonces, de ahí surge la necesidad de integrarnos. Al principio, lo importante eran los niños y su formación. Tratamos de cubrir sus necesidades primarias como alimentación. Nos dimos a la tarea de conseguir recursos para apoyarlos con calzado, con juguetes, chamarras y demás cosas. Pero no era suficiente.
Igualmente advertimos que la alimentación era algo importante, pero que no se trataba solamente de dar un plato de comida, sino que este plato en su vida realmente tuviera un impacto en su salud física e incluso mental, porque decíamos: “si ellos tienen los nutrientes necesarios pueden hacer conexiones neuronales que les ayuden a su formación”.
Pero también vimos que tenían otras necesidades, que estaban preocupados por su familia, por la situación económica, la que vivían en su día a día. Entonces, nosotros también íbamos creciendo como institución al implementar el programa de alimentación no solo para los niños de la estancia, también a los jóvenes y a los adultos, así como ofrecerles a nuestro voluntariado y algunas familias de la comunidad productos básicos a bajo costo.
En el tema de los jóvenes, efectivamente, siento que ha sido un tema descuidado ya hace unos años. Por lo que decidimos trabajar en conjunto de La Way, la YMCA (Young Women’s Christian Asociation), que se localiza en La Venta (San Miguel Ajusco, Tlalpan) pues trabajaban toda el área de la formación de líderes jóvenes, pero también trabajan en ellos en los hechos para hacer realidad su lema de cuerpo, mente y espíritu, de integración familiar, de desarrollar el compañerismo y el humanismo, lo que apoyaba bastante porque no solamente trabajaban en la situación emocional con ellos sino también en la formación de líderes, de emprender acciones por su comunidad. Era una institución que nos apoyaba, trabajamos en conjunto con ellos, era muy agradable.
Los niños y jóvenes de aquí empezaron a crecer y sus papás comenzaron a trabajar con la labor que hacía La Guay y los chicos se formaban ahí. Entiendo que tenían varias sesiones dónde les impartían clase sobre cómo alimentarse y, solos o en grupo, emprender proyectos que atendían las necesidades de la comunidad. Se organizaban para apoyar en la limpieza de su entorno, apoyaron en la rehabilitación de la cancha de futbol en la comunidad, apoyaron en la entrega de despensas y en apoyo hacia familias vulnerables.
Era una dinámica de trabajo muy interesante, pero nosotros como institución, no hemos conseguido recursos para seguir apoyando y atendiendo a los jóvenes líderes, a pesar de que conozco un grupo de jóvenes que fueron líderes de La Guay que estaban dispuestos a volver a retomar esa parte formativa y de solidaridad social, pues desafortunadamente ese centro cerró, dejando “descubiertos” a muchos adolescentes y jóvenes, pues aquí en la zona no hay otro espacio dedicado a atender a ese grupo de nuestra comunidad.
Nosotros también hemos impulsado tareas de emprendimiento con mujeres de la comunidad. Muchas de ellas son muy jovencitas, muy chiquitas, por lo que las apoyamos con acciones de emprendimiento. Una de nuestras líneas de acción es la elaboración de mermeladas, la otra es la capacitación para la costura y una más en labores relacionadas con las huertas. Con esas acciones, lo que buscamos es que se desarrolle una economía circular en la comunidad, que ellos y ellas comiencen a ganar su dinero, que no solamente estén a la espera de recibir una beca, sino que desarrollen sus habilidades, saber que pueden ayudar a la comunidad, que ellos pueden emprender, que lo primordial, lo ideal, es que no estén dependiendo de alguien y que con base en su esfuerzo puedan crecer económicamente.
Sin embargo, nos hemos topado con muchas trabas. Lo que nos ha frenado desde que iniciamos este proyecto es que la mayoría de los jóvenes no se sienten capaces, hay chicos con muy baja autoestima, que dicen estar acostumbrados a que todo lo haga mamá, papá, o sea, no hay entre ellos grandes sueños y expectativas, a pesar de que se les han proporcionado herramientas para emprender ellos mismos, pero, lamentablemente, no se sienten capaces.
En contraste, vemos jóvenes de otros lugares que a los 20 años ya están tratando de salir adelante, que sienten el apoyo y la confianza para tomar, por ejemplo, cursos de computación, en una iniciativa en la que existe una buena dinámica familiar. En la búsqueda de encontrar una solución a la dificultad ya mencionada, vamos tocando puertas para introducir a los jóvenes con baja autoestima a pláticas sobre resiliencia y apoyos psicológicos con una planta de profesionales que les atiendan.
Yo creo que es algo que se debe de atacar, pues no es sólo nada más que se les ofrezcan talleres, talleres y talleres, pues también es importante darles atención socioemocional, pues creo que ayudaría bastante a los grupos de jóvenes. Es un aspecto que lo venimos platicado entre varias organizaciones y hay una de estas, que aliada con nosotros busca atender de raíz esa problemática con terapias comunitarias e integrativas para trabajar la parte emocional.
Es importante mencionar que estamos formando seres humanos y que también hay jóvenes de nuestra comunidad que se han organizado en grupos de voluntariado que organizan brigadas de educación, de salud y que gestionan proyectos en favor de la comunidad. Son un ejemplo de cómo los jóvenes que una vez fueron niños en nuestra escuela, hoy se han integrado como voluntarios a las labores que impulsamos, lo que tiene un valor incalculable y eso es una buena causa.
Para citar ejemplos de buenos resultados, en el área educativa nuestra organización apoyó a una de las maestras de nuestra escuela, a quien se le brindó apoyo para que concluyera la secundaria y su carrera técnica como asistente educativo. Otro caso es el de la maestra Jazmín Cruz Ramírez, quien contaba con una carrera técnica como programador y analista, no encontró campo laboral, por lo que estudió una carrera técnica igualmente de asistente educativa, lo que le permitió continuar sus estudios y actualmente está por ingresar a la universidad.
Creo que esos son casos de éxito que podemos mencionar, como el de algunos jóvenes, que de niños estudiaron en nuestra escuela y hoy han regresado para implementar proyectos en la que fue su escuela, y que los pueden replicar en beneficio de su comunidad. Algunos de ellos acaban de ingresar a la universidad, otros cursan sus estudios universitarios en áreas como la bioquímica, la medicina y la odontología, por citar algunos; son jóvenes que de niños se les brindó no solamente una educación formativa sino también cuidado socioemocional.
Son casos ejemplares a los que se les da seguimiento, aunque no tan frecuente, sino de manera esporádica, para constatar que van emprendiendo un buen rumbo, es algo bonito, que no los sueltas, y yo al menos como maestra casi no suelto a mis alumnos y les doy seguimiento.
Y, pues vas apoyándolos. Cuánto me encantaría si yo puedo ayudar a más jóvenes, pero es satisfactorio saber que ellos pueden apoyarse por sí mismos, que son capaces para continuar con sus sueños y en lo que ellos creen y, aun así, creo que hay mucho que hacer.