Por Erika M. Macedo y Silvana Carranza
Consultoras independientes y activistas
En una carrera justa, la idea es que todas las personas partan desde la misma línea de salida. Sin embargo, la realidad para las juventudes oportunidad en México es distinta: ellas inician mucho más atrás, cargando un pesado lastre de desigualdades acumuladas de generaciones anteriores.[1]
Actualmente, las personas jóvenes de 15 a 29 años constituyen el grupo poblacional más grande del país. De ellas, la mitad se encuentra en una situación de exclusión que comienza incluso antes de nacer. Estas son las juventudes oportunidad, jóvenes que enfrentan un conjunto de desventajas estructurales que limitan sus posibilidades de desarrollo.
Imaginemos que cada día, al levantarnos, en lugar de cargar sólo con nuestra mochila o nuestras responsabilidades habituales, debemos ponernos un chaleco lleno de piedras. Cada piedra representa una barrera que las juventudes oportunidad han enfrentado a lo largo de su vida.
La primera piedra se coloca al nacer, cuando muchas de estas juventudes crecen en un entorno de pobreza y precariedad. La segunda piedra, que se suma durante los primeros años de vida, es la desnutrición crónica, un problema que afecta principalmente a las infancias de 0 a 3 años. Luego, entre los 6 y los 12 años, el desempeño educativo deficiente producto de la baja calidad de las escuelas en zonas rurales y periféricas añade una tercera piedra al chaleco.
A los trece años, aparece otra barrera crítica: el abandono escolar. Este fenómeno se intensifica con la acumulación de responsabilidades domésticas y de cuidados no remunerados, especialmente para las niñas y mujeres jóvenes; y en el caso de los niños, la responsabilidad y presión de empezar proveer económicamente en el hogar. Finalmente, la última y quizá más pesada de las piedras es el trabajo precario, una constante para quienes no tienen acceso a oportunidades formales de empleo e incluso le abren la puerta a la inserción en actividades delictivas.
Ahora bien, una vez que este chaleco de piedras está sobre sus espaldas, las juventudes oportunidad no sólo deben competir en la misma carrera, sino que lo hacen en una pista cuesta arriba. A las barreras iniciales se suman otras, derivadas de discriminaciones hacia su apariencia física, pertenencia étnica, discapacidades, experiencias de violencia, embarazos adolescentes, enfermedades (muchas veces producto de una atención médica no oportuna e insuficiente) y otras condiciones que refuerzan su exclusión.
Esta es la realidad de la mitad de las y los jóvenes en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM),[2] un territorio que comprende las 16 alcaldías de la Ciudad de México, 59 municipios del Estado de México y un municipio de Hidalgo. Un entorno que, lejos de ofrecer igualdad de oportunidades, agudiza estas desventajas.
Frente a este panorama, durante un año de trabajo y reflexión, las y los integrantes del Grupo Asesor de Jóvenes Oportunidad (GAJ) en la Ciudad de México han identificado que un Sistema Integral de Cuidados que integre y considere la perspectiva de las y los jóvenes no es sólo urgente, sino fundamental para transformar sus realidades y tratar de emparejar la carrera quitando obstáculos. Asimismo, en la agenda de cuidados, se le ha dejado fuera de la discusión a este grupo poblacional. Por ello, el GAJ ha decidido tomar esta bandera como prioridad en su estrategia de incidencia.
La Constitución de la Ciudad de México, en sus artículos 9 y 13, reconoce el derecho al cuidado para todas las personas, priorizando la atención a los grupos de población más vulnerables (infancias, personas adultas mayores, personas con alguna discapacidad o situación de dependencia). Sin embargo, este derecho sólo puede ser efectivo si se construye desde una lógica de justicia social y con un enfoque de tratar de emparejar la cancha para todas las personas, especialmente para quienes han padecido rezago y exclusión estructural. Una lógica basada en la equidad, igualdad, reconocimiento de la diversidad, y la capacidad de las personas para moldear sus propias vidas.
En este sentido, el GAJ ha comenzado su trabajo organizando talleres dirigidos a juventudes de zonas no céntricas de la Ciudad y el Estado de México. En estos espacios, las juventudes se han reconocido como sujetas de cuidado y aterrizados conceptos, recuperado experiencias propias y escuchar las de otros y otras jóvenes, logrando definir propuestas concretas para contribuir a la discusión pública del Sistema Integral de Cuidados en la Ciudad de México, su enfoque ha sido claro: una política de cuidados no puede ser efectiva si no incluye las voces de quienes enfrentan cotidianamente las mayores desigualdades.
Este esfuerzo ha sido muy interesante porque no solo permitió que las y los jóvenes compartieran sus experiencias, sino también que reflexionaran sobre las situaciones que los excluyen e identificarán por qué, debido a la desigualdad, tienen que esforzarse mucho más cada día para superar los obstáculos que enfrentan en su carrera cotidiana.
En este sentido, posicionar las voces y experiencias de las juventudes, como eje central en la construcción de un Sistema Integral de Cuidados es no sólo necesario, sino también un acto de justicia social, de género e intergeneracional, ya que las y los jóvenes oportunidad aportan perspectivas innovadoras y soluciones que responden directamente a las problemáticas que viven día a día. Para ello, el primer paso ha sido reflexionar sobre cómo las juventudes oportunidad han vivido día a día los cuidados y si ha habido algún impacto en su vida por personas que reciben cuidados o ser personas cuidadoras.
En las próximas semanas, el GAJ publicará los resultados de este proceso de incidencia, junto con su posicionamiento sobre los elementos mínimos que debe contemplar un Sistema de Cuidados desde la perspectiva de las juventudes. Este documento estará acompañado de una ruta de acción diseñada para amplificar sus propuestas en espacios clave de toma de decisiones.
Sentar las bases para un Sistema Integral de Cuidados es un esfuerzo colectivo que debe incluir a todas las generaciones. Imaginemos un futuro donde los 543 mil jóvenes oportunidad en exclusión de la Ciudad,[3] de los cuales 384 mil son mujeres, puedan acceder a oportunidades de aprendizaje, empleo digno y desarrollo personal. Este futuro no es un ideal lejano; es una meta alcanzable si actuamos hoy para que sus voces sean escuchadas y sus necesidades atendidas.
Las y los jóvenes oportunidad, tienen un potencial creativo y transformador indispensable para construir soluciones. Apostar por ellas no es sólo justo, es también la clave para construir una Ciudad más equitativa y resiliente, donde todas las personas puedan partir de la misma línea de salida y tener las mismas oportunidades de desarrollo y acceso al ejercicio pleno de sus derechos.
[1] La movilidad social, es decir las oportunidades que una persona tiene de mejorar sus condiciones socioeconómicas, en México aún es baja. Se calcula que 74 de cada 100 mexicanos(as) que nacen en condiciones de pobreza no lograrán salir de esa condición (Informe Movilidad Social en México. Hacia la igualdad regional de oportunidades, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 2019. Consultado en línea: https://drive.google.com/file/d/1iBmOrUJpDv1xBhTAM5botUJ3qgTizMRz/view).
[2] Se calcula que en la ZMVM habitan 2 millones 351 mil jóvenes oportunidad.
[3] Dato tomado de la presentación “Jóvenes Oportunidad de la ciudad: nuestra voz, nuestra chamba, nuestra incidencia”.