Por Elio Villaseñor
Director general de Iniciativa Ciudadana para
la Promoción de la Cultura del Diálogo, A.C.
“La juventud no es un tiempo de la vida,
es un estado del espíritu.”
— Samuel Ullman
Los jóvenes que trabajan, que cuidan, que emprenden o que estudian tienen algo en común: están construyendo su futuro desde el presente, con responsabilidad, empatía y coraje.
Están quienes madrugan para trabajar y sostenerse; quienes aportan en casa, en fábricas, comercios, oficinas o desde su celular, mostrando que la juventud también le pone rostro al esfuerzo diario.
Están quienes cuidan a sus hermanos, a sus abuelos o a personas con discapacidad, postergando a veces sus propios proyectos por amor y responsabilidad.
Están quienes emprenden con creatividad, convirtiendo ideas en soluciones y obstáculos en oportunidades.
Y están quienes estudian a pesar de la precariedad, con el deseo profundo de transformar su realidad y la del país.
Todos ellos comparten una misma convicción: el futuro no se espera, se construye..
Y lo hacen desde su día a día, con decisiones pequeñas pero firmes, con valentía, incluso en un entorno que muchas veces les exige más de lo que ofrece.
Vivimos en una época donde ser joven no siempre es sinónimo de reconocimiento.
A menudo se les juzga desde un molde adulto o desde las reglas del mercado, sin entender su diversidad, sus luchas y sus aspiraciones.
Pero los jóvenes, lejos de rendirse, buscan abrir caminos: a veces con apoyos, muchas otras desde su propia fuerza.
Quieren ser escuchados no como un grupo homogéneo, sino como personas con historias distintas, con sueños y realidades complejas, con ideas propias para cambiar su entorno.
Por eso es urgente que las políticas públicas no se piensen solo “para” los jóvenes, sino “desde” los jóvenes, reconociendo sus contextos, sus perfiles y sus potencialidades.
No se trata de asistirlos, sino de caminar junto a ellos, de acompañar sus procesos sin imponerles un solo camino válido.
Reconocer a la juventud es también reconocer su lucha diaria por construir una vida digna:
– En el trabajo,
– En el hogar como cuidadores,
– En sus proyectos como emprendedores,
– En las aulas y en los barrios como estudiantes.
Cada joven es una historia. Cada historia, una fuerza silenciosa que está transformando este país desde abajo.