Por Nilton Clécio da Silva Patrício
Coordinador de Proyectos y Asociaciones,
GOYN-São Paulo
En un mundo cada vez más complejo y cambiante, el autoconocimiento se ha convertido en una herramienta esencial para el desarrollo integral de las juventudes. Entender quiénes somos, cuáles son nuestras fortalezas, debilidades y motivaciones, permite a los jóvenes tomar decisiones más conscientes, afrontar retos con resiliencia y construir trayectorias personales y profesionales más alineadas con su esencia y bienestar.
Una de las metodologías más sólidas para estudiar la personalidad es el modelo Big Five, que identifica cinco grandes rasgos que definen el comportamiento humano:
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Apertura a la experiencia: Describe la curiosidad, creatividad y apertura a nuevas ideas. Los jóvenes con alta apertura suelen adaptarse mejor a cambios y desafíos, siendo innovadores y exploradores en diferentes áreas.
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Responsabilidad (Conscienciosidad): Este rasgo se relaciona con la disciplina, organización y perseverancia. Para los jóvenes, fortalecer la conscienciosidad es fundamental para mantener el foco en sus objetivos, cumplir compromisos y gestionar su tiempo, aspectos clave en la educación y en el inicio de la vida profesional.
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Extraversión: Indica sociabilidad, energía y habilidades para liderar. La extraversión facilita la construcción de redes de apoyo y el trabajo en equipo, elementos importantes en entornos educativos y laborales.
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Amabilidad: Mide la empatía, cooperación y confianza hacia los demás, cualidades esenciales para establecer relaciones sanas y colaborativas.
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Neuroticismo (Estabilidad emocional): Se refiere a la propensión a experimentar emociones negativas como ansiedad, frustración o estrés. Reconocer y trabajar este rasgo es vital para que los jóvenes aprendan a manejar episodios estresantes, que suelen manifestarse en presión académica, conflictos interpersonales y frustraciones personales.
Como especialista en comportamientos, observo que uno de los mayores retos para la juventud es precisamente aprender a lidiar con estos momentos de estrés. El autoconocimiento ayuda a identificar los “campos de refuerzo” emocionales, es decir, las estrategias internas que cada joven tiene para protegerse y recuperarse ante situaciones adversas. Saber cuáles son estas zonas de confort y las áreas que requieren fortalecimiento permite un mejor manejo del estrés, promoviendo la salud mental y evitando que episodios puntuales deriven en problemas crónicos como ansiedad o depresión.
En Brasil, grandes empresas y organizaciones sociales han reconocido el valor de estas metodologías psicométricas. Marcas como Magalu, Eletrobras y Boticário las utilizan para apoyar a sus jóvenes talentos en procesos de formación, mentoría y desarrollo, creando entornos donde el autoconocimiento impulsa la mejora continua, la inclusión y la sostenibilidad.
El acceso a herramientas que permitan a los jóvenes mapear su perfil de personalidad y entender su comportamiento es especialmente crucial en contextos vulnerables, donde la falta de apoyo puede limitar las oportunidades y aumentar la desigualdad social. Fomentar el autoconocimiento no solo potencia el éxito individual, sino que también fortalece comunidades y organizaciones, construyendo una sociedad más equitativa y resiliente.
En conclusión, invertir en el autoconocimiento de las juventudes es preparar una generación capaz de enfrentar los desafíos actuales y futuros con seguridad, inteligencia emocional y propósito. Es apostar por un futuro donde cada joven pueda ser protagonista consciente de su propia historia.