Por Mónica Sofía Ramírez García
Grupo Asesor de Jóvenes de GOYN CDMX
La experiencia de cuidar desde una mirada joven, colectiva y transformadora
La primera vez que escuché la palabra cuidados fue a mis 20 años, en la universidad, en una clase de economía. Antes de eso, yo lo llamaba simplemente “hacerme responsable de los demás”. Desde entonces, eso que hacía en mi familia, con mis hermanos y mis mascotas, por fin tuvo un nombre, una identidad.
Pero entonces, ¿Qué son los cuidados?
Los cuidados forman parte de nuestra vida cotidiana: preparar comida, escuchar a alguien que lo necesita, acompañar en la enfermedad, atender a niñas, niños, personas mayores o con discapacidad, cuidar del medioambiente, de nuestra comunidad. A simple vista, pueden parecer acciones pequeñas, casi automáticas, pero detrás de cada uno de esos gestos se sostiene algo mucho más profundo: la base misma de la vida.
Cuidar no es solo un acto personal; también es un acto social y político. Los cuidados hacen posible que la sociedad funcione, que las personas trabajen, estudien, crezcan y sanen. Sin cuidados, no hay vida posible.
Y sin embargo, lo cotidiano muchas veces nos hace olvidar su importancia. Las tareas de cuidado han sido históricamente invisibilizadas y desvalorizadas. En la mayoría de los casos, han sido asumidas por mujeres, sin reconocimiento ni remuneración, reproduciendo así desigualdades de género, clase y otras formas de exclusión.
Hablar de cuidados es hablar de corresponsabilidad: del papel que tienen las familias, el Estado, las comunidades, y también los hombres, en compartir esta labor. Cuidar no es un favor ni una vocación natural; es un trabajo esencial para el bienestar colectivo.
Revalorizar los cuidados es un paso fundamental hacia una sociedad más justa, más equitativa y humana.
Las juventudes también cuidan
Pensar los cuidados desde las juventudes abre una puerta hacia nuevas formas de imaginar lo colectivo. En distintos momentos, realidades o espacios, las personas jóvenes participan, acompañan, sostienen y crean redes, muchas veces desde la sensibilidad, la empatía o el compromiso cotidiano.
Tal vez los cuidados no se nombren como tales, pero están ahí: en quienes ayudan en casa, cuidan a hermanas o hermanos, acompañan a personas mayores, participan en comunidades o simplemente están presentes para otras personas en momentos importantes. También cuando cuestionan modelos que sobrecargan a unas personas y des-responsabilizan a otras.
Desde esta mirada, las juventudes no son solo receptoras de cuidado: también son sujetas que cuidan, que piensan en el bienestar colectivo, que construyen vínculos afectivos y solidarios. No hay una sola forma de hacerlo ni un solo camino. Pero reconocer esta posibilidad abre paso a imaginar nuevas formas de organización social, donde el cuidado sea compartido, valorado y reimaginado entre generaciones.
Quizá mirar los cuidados desde las juventudes nos invite a transformar las ideas que tenemos sobre quién cuida, cómo se cuida y qué sentido tiene cuidar.
Un foro para re-significar los cuidados
Pensando en todos los ejes que se cruzan y se tejen en torno al cuidado, llegué a formar parte del foro “Voces Jóvenes en el Cuidado: Foro por el Derecho a los Cuidados”, un espacio para dialogar, re-significar, visibilizar y también protestar desde las voces de las juventudes.
En un primer momento, iniciamos con un diálogo interno en el que nos cuestionamos: ¿Qué es cuidar?, ¿Quién te cuida?, ¿con quién cuidamos?, ¿Quién nos ayuda a cuidar? Me parece importante mencionar estas preguntas porque todo parte de ahí.
Partir de preguntas comunes nos ayuda a crear sentido de pertenencia e identidad, a reconocer que eso que creíamos cotidiano también es político y colectivo, y por lo tanto debe abordarse desde lo comunitario.
Desde ahí comenzó un trabajo más estructurado: transformar nuestras vivencias en propuestas dirigidas a quienes toman decisiones. Tuvimos la oportunidad de dialogar con actores institucionales en la Ciudad de México, como la representante de la Jefa de Gobierno, representantes de la SECTEI y del Instituto de la Juventud.
En ese intercambio, las y los representantes de juventudes planteamos nuevos puntos de partida para las políticas públicas. Por ejemplo, expresamos nuestra preocupación por las nuevas formas de familia: familias no parentales que, al no ser reconocidas formalmente por el sistema, muchas veces quedan excluidas del derecho a cuidar y ser cuidadas. Todo esto lo integramos en una propuesta donde la interseccionalidad sea la base para garantizar el derecho al cuidado.
Además, contamos con un panel en el que representantes institucionales nos compartieron las acciones que están impulsando para crear, visibilizar y promover los cuidados como la base de todo. Entre ellas, nos hablaron sobre el proyecto de las Utopías, espacios ubicados actualmente en Iztapalapa y con planes de expansión hacia otras alcaldías. El objetivo es que todas los y las agentes de cuidado tengan acceso a instalaciones y servicios que fomenten tanto el autocuidado como el cuidado colectivo.
Estas propuestas, que nacen desde el gobierno local, buscan responder a una necesidad urgente: hacer del cuidado un derecho accesible y garantizado para todas y todos, sin importar dónde vivan o a qué grupo pertenezcan.
En ese intercambio, las y los representantes de juventudes planteamos también nuevos puntos de partida para las políticas públicas. Por ejemplo, expresamos nuestra preocupación por las nuevas formas de familia: familias no parentales que, al no ser reconocidas formalmente por el sistema, muchas veces quedan excluidas del derecho a cuidar y ser cuidadas. Todo esto lo integramos en una propuesta donde la interseccionalidad sea la base para garantizar el derecho al cuidado.
Todas estas propuestas institucionales resultan realmente valiosas y motivadoras. Nos impulsan a seguir en pie con esta iniciativa que busca dar visibilidad a los cuidados y colocarlos en el centro de las políticas públicas.
Sin embargo, desde las juventudes seguimos considerando que es fundamental integrar más espacios de diálogo directo con jóvenes, no solo para hablar sobre ellas y ellos, sino con ellas y ellos. Escuchar sus voces, entender de dónde vienen sus inquietudes y necesidades.
Es necesario ir más allá de las estadísticas y comenzar a ponerle nombre a los números, rostro a los datos, historia a las gráficas. Solo así podremos avanzar hacia políticas públicas más estratégicas, inclusivas y verdaderamente representativas.
Cuidar no debería ser un privilegio ni una carga: debería ser un derecho garantizado para todas las personas, en todas sus formas y desde todas sus realidades. Las juventudes, lejos de estar ausentes en esta conversación, ya están cuidando, ya están proponiendo, ya están transformando.
Reconocer sus voces es abrir caminos hacia un futuro más justo, donde el cuidado no sea invisible, sino el centro de la vida social.